Leucemia Linfoblástica Aguda Ph+:La historia de Daniel
Hacia 2015 y de regreso en Estados Unidos, Daniel Williams, que había sido militar por ocho años y veterano de la guerra de Irak, descubrió que estaba luchando por su vida.
Trabajador apasionado que pasaba hasta 80 horas semanales en su empleo, estaba demasiado compenetrado en sus tareas como para notar el profundo cansancio que se había instalado en su cuerpo y el dolor en su espalda que se había tornado insoportable. Solo pensó que estaba trabajando demasiado duro.
Fue así que cambió su trabajo por uno de menos horas. Eventualmente tuvo que dejar ese empleo también.
Su esposa, Kiaira, también veterana de guerra y a quién conoció durante sus días de militar, finalmente lo convenció para que viera a su doctor quien inmediatamente le hizo quedar internado en el hospital. Fue diagnosticado con Leucemia Linfoblástica Aguda con una complicación, un raro subtipo de la misma con una mutación genética que los doctores llaman “cromosoma Filadelfia”.
La urgencia de su esposa para que Daniel viera a su médico fue excelentemente cronometrada. En el hospital, los doctores dijeron que Daniel tenía entre dos días y dos semanas de vida, aunque él era un soldado y daría la más grande de las batallas. Una que comenzó con rondas de quimioterapia mientras se encontraba un donante.
Pero por supuesto no fue tan sencillo. Daniel era adoptado y no tenía parientes de sangre de su generación o mayores para chequear compatibilidad. Su padre adoptivo apeló a la corte para conocer la identidad de sus progenitores reales. Desafortunadamente, ambos se negaron a las pruebas.
Kiaira, al rescate nuevamente, comenzó a explorar la idea que uno de sus hijos, Daniel Jr. o Nathan, pudieran funcionar como donantes.
Daniel Jr., de 11 años y el mayor de ellos se sometió a la prueba, era el mejor candidato.
El hecho de involucrar a su hijo en su supervivencia no fue una decisión que Daniel tomó a la ligera. El comprendió que tener un donante tan joven era algo fuera de lo común y que no habría garantías.
“Soy yo el que debe proteger a su hijo,” dijo. “Mi mayor preocupación fue si habría algún efecto adverso que pudiera afectarlo, pero me dijeron que nada podría pasarle.”
Los doctores dudaron que Daniel Jr. Pudiera tomar una decisión como esa por sí mismo. Daniel y Kiaira sabían que sí.
Daniel se emociona cuando reflexiona acerca de la decisión de su hijo.
Daniel Jr. fue internado en el Hospital de Niños de Seattle mientras que Daniel se encontraba al otro lado de la ciudad en el VA Medical Center escuchando a través de las bocinas de su teléfono como los abogados y médicos explicaban a su hijo que pasaría durante el procedimiento.
“Yo sé que estaba asustado. Pero merecía saber la verdad acerca de qué iba a suceder. No quería que nadie le disfrazara la verdad, si él estaba dispuesto a salvar mi vida, tenía derecho a saber en qué se estaba metiendo.”
Fue tanto el detalle de la información que el joven Daniel recibía que en un momento debió salir por unos minutos de la habitación para recuperarse.
Cuando Daniel Jr. regresó a habitación repleta de gente, su padre lo escuchó decir lo que sigue:
“Yo sé por qué estoy aquí. Vine a salvar la vida de mi padre. Esa es la razón.”
Mientras tanto Nathan, de tan solo 8 años, también se comportó como un valiente según dijo su padre. Nathan se ocupó del hogar de la familia, permaneció largos períodos en Michigan mientras su familia estaba en Seattle haciendo lo que debían hacer. Cada uno tenía un rol.
La recolección de médula ósea de Daniel Jr. tuvo lugar y su padre fue trasplantado. Una semana después de la cirugía, Daniel Jr. ya se había recuperado y desde entonces no ha parado de crecer. A su edad, 15 años, ya mide 6’1”, más alto aún que su padre.
La gratitud de Daniel se extiende a Thomas Chauncey, MD, PhD y su equipo en el VA Medical Center. El reconoce el enfoque directo de su médico y dice que su equipo le ayudó a permanecer optimistas y positivo.
“Confié en ellos. Desde el farmacéutico hasta el nutricionista, cada uno de ellos sabía lo que estaba haciendo.”
También se dio cuenta de cuán hábilmente el VA Medical Center se ocupó de él.
Y ese cuidado fue mucho más allá de la habilidad médica.
El personal del hospital, sabiendo que Daniel era un gran aficionado de los deportes y que su amado equipo los Detroit Lions estaban llegando a Seattle para el Monday Night Football, escribieron una carta a los Seattle Seahawks pidiendo una donación de entradas para Daniel. Pero los Seahawks fueron un poco más lejos: invitaron a Daniel a su cabina para ver el juego. Dotado con máscara y tomadas las precauciones del caso, Daniel vivió la noche de su vida.
Kiaira regresó a su trabajo y continúa siendo el principal pilar de Daniel. Su diagnóstico y trasplante fue un asunto familiar. Daniel disfruta del tiempo en familia por sobre todo lo demás, tanto sea un partido de fútbol de alguno de sus hijos o simplemente pasar el rato.
“Aprecio las verdaderas cosas de la vida, mi familia, mi esposa y mis hijos. Ahí es donde todo cobra sentido. Es lo que me hace feliz y vivir el presente.”
Daniel reconoce que para alguien que estaba acostumbrado a estar a cargo, su diagnóstico y trasplante fue una lección de humildad, una experiencia que resultó más fácil gracias a su filosofía de vida: “necesitas radicalmente aceptar las cosas del modo en que las cosas son.”
Su fe le proporciona una hoja de ruta para la aceptación. El cree que lo único que puede controlar es su actitud y que la fe en algo contribuye a un resultado positivo.
“Puedes seguir en el asiento del pasajero todo lo que quieras si le das el volante a quienquiera en que tu creas – un poder superior, el universo o tu doctor – y dejas que conduzca, puedes reclinarte en tu asiento y descansar. En mi caso, puse a Dios al volante y lo dejé conducir.”
Daniel ha recibido la oportunidad de vivir una vida significativa por su familia, por la comunidad que lo ha apoyado a él y a los suyos y la posibilidad de compartir su historia y dar a los demás el ímpetu necesario para encontrar sus propios caminos a través de la enfermedad.