Amanda Schamper
Eran tiempos de felicidad para Amanda Schamper durante 2008 cuando descubrió que estaba embarazada de su tercer hijo.
En siete semanas la alegría se transformó en temor para esta enfermera de 30 años de edad al momento en que un análisis de sangre efectuado durante su visita regular al obstetra determinó algo fuera de lo común: un conteo extremadamente alto de glóbulos blancos.
Amanda fue diagnosticada con leucemia mielógena crónica (LMC). Luego del nacimiento de su hijo, su vida tomó un giro inesperado. En el 2009 le fue recomendado someterse a un trasplante alogénico de médula ósea.
Es entonces cuando empiezan se le presentan las más grandes lecciones de su vida.
Todo comenzó a aclararse luego de enterarse que su médico de trasplante se mudaba a otro estado.
Amanda se recuperó de su desconcierto apenas le fue asignado otro doctor que resultó un ser maravilloso.
Lección Uno: Nunca te des por vencido ni pierdas la esperanza cuando las cosas se ponen difíciles.
“Él fue mi salvavidas,” dice. “Y no lo digo a la ligera. Él fue y aún es sorprendente.”
Su nuevo doctor le dijo que ella era joven y saludable y que tenía una joven familia por quien valía la pena vivir. “Tú vas a superar esto, lo vas a lograr:
“Y eso era exactamente lo que necesitaba escuchar,” dice Amanda, “y desde entonces siempre encaro la adversidad con optimismo en lugar de hacerlo sombríamente.”
Lo que ocurrió luego fue una serie de eventos que hizo que apareciera el donante que Amanda necesitaba para sobrevivir. Sin candidatos adecuados en su familia, se comenzó a buscar un donante no relacionado quien fue encontrado en el otro lado del país del Illinois natal de Amanda. Un californiano de 30 años de edad que había agregado su nombre en un registro internacional de donantes de médula ósea llamado DKMS. El joven donante expresó que había decidido ayudar a esta madre por lo que a él le importaba más en la vida, su cercanía a su propia madre.
El nuevo doctor y su donante no emparentado le dieron a su vida un nuevo sentido de lo posible, aún cuando ésta última no mostraba señales promisorias.
La segunda lección llegó cuando Amanda tuvo que hacer funcionar esta nueva oportunidad. Su recuperación significó una estadía de más de tres meses en el hospital extrañando a sus hijos, su marido, su perro, sus amigos, su casa… Fue en el hospital y en el tiempo de recuperación en su casa que Amanda descubrió un nuevo tipo de placer, notar las pequeñas cosas y la calidad de vida que recibió al rodearse de gente con actitudes positivas.
Lección dos: Encontrar la felicidad en las pequeñas cosas y el poder de la amabilidad y el cuidado de tus seres queridos.
Ella notó la diferencia entre las habitaciones de hospital en las que estuvo alojada, la vista de la primera daba a una pared de concreto mientras que la segunda daba a un parque donde podía ver los cambios de las estaciones o a niños remontado sus cometas.
También podía advertir la diferencia en el poder de la gentileza y lo edificante de la gente positiva que la rodeaba.
“Es estando alrededor de gente como esta que siento esperanza, el regalo de la vida,” dice, “Aún en las pequeñas cosas y acciones. Sentí, por ejemplo, la amabilidad de una empleada que pasó unos minutos extra charlando conmigo. Quiero rodearme de gente dispuesta a compartir sus dones tanto con un individuo como con la sociedad en un todo.”
La lección tres comenzó a mostrarse cuando Amanda advirtió que el proceso de recuperación no era lineal. A veces el proceso de recuperación atraviesa altos y bajos.
“Si te enfermas mientras te estás recuperando, si estás extremadamente cansada, si te da una infección secundaria, si tienes que dar pelea a otro obstáculo además de la recuperación, como la enfermedad injerto contra huésped, hay tantas cosas que es posible que aparezcan para cada persona,” dice Amanda. “Cada paciente y sobreviviente es un mundo aparte.”
Lección Tres: No te dejes atrapar por la montaña rusa. Esas palabras se convirtieron en la consigna que mi esposo inventó para sobrevivir la recuperación y que aún nos ayuda hoy.
“Es fácil dejarse llevar por esa oscura y resbaladiza pendiente en los momentos en los que piensas que las cosas no están yendo como debieran, como por ejemplo cuando los resultados de un análisis no dan tan bien,” dice Amanda, “Pero si te dices ‘Bien, los resultados no fueron los mejores, ya hablaremos con el equipo médico y los sobrellevaremos’, te vas a sentir mucho mejor y más feliz.”
La vida de Amanda durante el tiempo del trasplante fue todo un desafío, aunque también con muy buenos momentos. Conoció en persona a su donante en una gala en honor a Rihanna y su trabajo con la leucemia a la que asistían 1000 personas, y que contó con la presencia de personajes tales como David Bowie, Nate Berkus, Eva Méndez y Cindy Lauper.
Actualmente Amanda vive una vida menos agitada. Goza de buena salud, es madre de tres hijos, tiene un gran matrimonio y se ha concentrado no solo en curarse sino además en ayudar a otros. Ha encontrado un propósito a su vida a través de un trabajo soñado, como ella lo llama. Es parte del equipo de una compañía cuyos médicos fundadores persiguen aliviar el sufrimiento de pacientes de quemaduras, traumatismos y heridas crónicas. Han desarrollado un producto a partir de la piel de los propios pacientes con el fin de regenerar los tejidos dañados y obtener una nueva piel totalmente funcional.
Amanda vive con una inflexible pasión por ayudar a los demás utilizando para ello su experiencia como enfermera profesional y sobreviviente de trasplante de médula ósea y leucemia para interactuar con otras personas tanto profesional como personalmente.
Las Montañas Rusas no solo van hacia abajo, también van hacia arriba.
“Me pasé meses mirando hacia fuera de una ventana de hospital. Esos días quedaron bien atrás,” dice Amanda. “No importa en qué lugar estés de la Montaña Rusa, tienes que encontrar la felicidad del momento en que vives.”